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Cuento a la vista: Más allá de las nubes (El paraguas de Estíbaliz parte 2)

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Hoy traemos un nuevo capítulo de las aventuras de Estíbaliz y su paraguas rojo. En el cuento anterior, la pequeña Estíbaliz era arrastrada por el viento a no sabemos dónde. ¿Lo descubriremos hoy?

Para saberlo tendremos que leer este cuento, escrito por María Bautista, e ilustrado por Raquel Blázquez. ¡Qué lo disfrutéis!

Más allá de las nubes

Si las personas tuviéramos un poco más de tiempo para hacer las cosas, si no fuéramos siempre corriendo a todas partes, prestaríamos un poco más de atención a lo que ocurre a nuestro alrededor.

Pero como todos, especialmente las personas mayores, siempre van de un lado para otro con la lengua fuera, no se dan cuenta de la cantidad de cosas extraordinarias que ocurren cada día muy cerca de nosotros.

Así pasó aquella mañana otoñal. Una niña con un paraguas rojo estaba siendo arrastrada por el viento a quién sabe dónde. ¡¡¡Una niña que volaba con un paraguas rojo!!! ¿Acaso puede haber algo más increíble? Aquello era digno, cuando menos, de aparecer en las noticias con grandes titulares:

“Viento caprichoso arrastra niña y paraguas hacia el cielo”

o algo todavía más espectacular:

“Una niña sobrevuela la ciudad con un simple paraguas”

Pero como la gente se pasa el día caminando con los ojos puestos en el suelo, en vez de mirar de vez en cuando al cielo, nadie se dio cuenta de que el viento se estaba llevando a la pobre Estíbaliz y a su maravilloso paraguas hasta un lugar más allá de las nubes. Eso a pesar de los gritos de Estíbaliz, que no dejó de increpar al malvado viento durante todo el viaje:

- ¡Maldito viento caprichoso! ¿Se puede saber a dónde nos llevas? ¡¡Suéltanos ahora mismo!!

Pero el viento no estaba dispuesto a renunciar a su paraguas, aunque para eso tuviera que aguantar los gritos de aquella niña tozuda y chillona que no paraba de patalear y patalear.

Cuando llevaban un tiempo volando, Estíbaliz, cansada de rogarle al viento que la devolviera a tierra firme, dejó de gritar y, sin dejar de apretar con fuerza el mango en espiral de su maravilloso paraguas, comenzó a observar el paisaje que le rodeaba. Hacía tiempo que su ciudad, con sus altos edificios, sus árboles y sus coches, se había convertido en un pequeño punto que apenas podía distinguirse del resto.

A dónde nos llevará este viento tozudo y tramposo, se preguntaba Estíbaliz mientras sentía como una humedad muy densa y cargada le obligaba a cerrar los ojos: estaban atravesando los nubarrones grises. Poco después, Estibaliz sintió calor y volvió a abrirlos. El cielo gris se había convertido en un firmamento azul intenso donde el sol brillaba con todo su esplendor.

- ¿Cómo es posible que hayan desaparecido todas las nubes? Debemos estar muy lejos de casa – susurró asustada Estibaliz, y de nuevo sintió ganas de gritar y patalear para ver si el viento la soltaba de una vez.

Pero no tuvo tiempo de hacerlo porque de repente el viento dejó de soplar y Estíbaliz y su paraguas se quedaron flotando en medio de aquel cielo azul.

- ¿Qué demonios está pasando? – exclamó la niña, siempre agarrada a su paraguas rojo.

Por más que miraba y miraba, Estíbaliz no era capaz de adivinar que había bajo sus pies que le impedía caer al suelo.

- ¿Sobre qué estoy apoyada?

- Sobre uno de los peldaños de las escaleras que lleva a mi palacio – afirmó una voz grave y potente.

- ¿Al palacio de quién?

- Al mío, ¿no acabo de decirlo?

- ¿Y quién eres tú?– preguntó irritada Estíbaliz.

- ¡Vaya con la niña del paraguas! Nos ha salido preguntona. Primero sube las escaleras y entra en mi palacio. Después ya veremos si respondo a tus preguntas…

Estíbaliz comprendió que no podía hacer otra cosa que obedecer, y trató de encontrar aquella escalera misteriosa de la que le hablaba la voz.

- Ahora lo entiendo. Es una escalera transparente, por eso parece invisible, pero si te fijas bien…

Y con la punta de su paraguas fue descubriendo el borde de cada escalón, subiendo paso a paso una escalinata que parecía no terminarse nunca…


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