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Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 5)

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Nunca te has preguntado por qué hay vientos suaves y ventoleras desagradables. Por qué algunos vientos son tan indiscretos (y nos levantan las faldas) y otros son más tímidos y solo nos enredan un poco el pelo. El motivo es que hay muchos vientos distintos y Estibaliz está a punto de descubrir cómo funcionan.

Y tú también, si lees la quinta parte de este cuento. ¡A disfrutarla!

Los desmolinos

Estíbaliz esperó impaciente a que por aquella puerta saliera el fuerte viento que la había arrastrado hasta ahí pero lo que se asomó fue un señor de bigotes retorcidos en forma de espiral y aspecto de cansancio que miró con resignación hacia el rey del viento.

- ¿Dónde quiere que lleve ahora mi viento mistral, excelentísimo rey del viento?
- No quiero que lo lleves a ningún lado. Solo quiero presentarte a Estíbaliz, la niña que nos llevamos esta mañana junto con su paraguas rojo.

El viento mistral suspiró aliviado y sin ningún interés apretó la mano de Estíbaliz y susurró un suave “Bienvenida”. La niña se quedó pensativa un rato: ¿cómo era posible que aquel personaje debilucho tuviera algo que ver con el fuerte viento que le había arrastrado? Una vez más, el rey del viento leyó su pensamiento:

- ¿Quieres que te muestre cómo lo hacemos? Para eso tengo que enseñarte la joya más apreciada de mi corona, lo más importante de mi reinado: el lugar donde nacen los vientos, el desmolino.
-¿El desmolino? – Estíbaliz jamás había oído hablar de algo así.- ¿Qué es eso?
- El desmolino es exactamente lo contrario a un molino. Es decir, si un molino necesita el viento para moverse, un desmolino consigue mover al viento, es decir, lo crea.

- ¿Pero cómo se mueven las aspas de un molino si no hay viento? – Estíbaliz seguía sin entender…
- Lo mejor es que lo veas… – exclamó solemne el rey del viento y llevó a la niña hasta una enorme sala llena de “desmolinos”.

Los desmolinos eran exactamente igual que los molinos de viento, pero junto a ellos había una cinta de correr parecida a las que Estíbaliz había visto en algún gimnasio.

- Viento Mistral, ¡haznos una demostración! – exclamó con autoridad el rey.

El viento mistral arrastró sus pies hasta el desmolino y comenzó a correr. Al momento las aspas del molino comenzaron a girar y girar, produciendo un viento fuerte y húmedo en el que Estíbaliz reconoció a aquel que le había arrastrado hasta allí.

- Y el pobre Viento Mistral, ¿tiene que correr y correr durante horas? Pero ¡eso es horrible! – exclamó sorprendida la niña – Ahora entiendo su cara de cansancio…

Al escuchar aquello, el rey del viento frunció el ceño y con voz enfadada exclamó:

- Otra igual, la reina de la lluvia siempre me decía lo mismo…qué pesadas…
- ¿La reina de la lluvia?
- Sí, la reina más inteligente, alegre y divertida que hayas conocido nunca. La reina más maravillosa del mundo. Y la más inaccesible también. No quiere saber nada de mí. Da igual los regalos que le haga, los pañuelos que robe a la gente, los globos de helio que le traiga, hasta la vaca que siempre da leche ha rechazado. O qué te crees, ¿qué me gusta robarle cosas a la gente? ¡No! Pero lo hago por ella…

¡Así que era eso! Todos los objetos extraños del palacio, su paraguas…¡todos eran regalos que el rey del viento quería hacerle a la reina de la lluvia!
- Y ¿por qué ella no quiere saber nada de ti? Todos esos regalos me parecen bonitos, aunque sean robados…
- Pues sí, eso pienso yo también pero ella dice que soy un rey inhumano, que tengo explotados a mis súbditos, que lo que hago es ¡horrible!
- Es que es horrible…
- Horrible pero necesario, es la única manera de tener viento.
- ¿Seguro que es la única manera? ¿O es la más fácil para ti?

Al escuchar aquello, el rey, que parecía muy enfadado, se mesó pensativo su larguísima barba. Estíbaliz temió que de un momento a otro explotara de cólera y la mandara de vuelta a casa sin paraguas. Pero lo que no esperaba es que ocurriera exactamente lo que ocurrió…

El rey, después de permanecer en silencio casi un minuto, rompió a llorar desconsoladamente…


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