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Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 3)

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En el tercer capítulo de la extraña aventura de la niña Estíbaliz y su paraguas rojo, la pequeña llega a un lugar de lo más extraño. Ha volado con su paraguas por encima de las nubes y tras subir una escalera invisible se ha encontrado con ¡¡un palacio en el que no hay ni una sola línea recta!!

¿A quién pertenecerá ese palacio sobre el cielo? Para saberlo tendremos que leer este cuento, escrito por María Bautista, e ilustrado por Raquel Blázquez. ¡Qué lo disfrutéis!

Un palacio extraño

¿Habéis visto alguna vez un lugar donde nada, absolutamente nada, es recto? La extraña estancia a la que llegó Estíbaliz con su paraguas después de subir por las escaleras transparentes era exactamente así: redondeada. Redondeada y vacía, porque allí, a excepción de una larga pared azul oscura (y redondeada) con ventanas de color azul claro (y redondeadas) no había nada.

- ¡Qué lugar más extraño! – exclamó sorprendida la niña.

De repente, en el centro de la habitación aparecieron dos butacas doradas que contrastaban con el intenso azul de la habitación. Una era grande y majestuosa. La otra, justo en frente, era mucho más pequeña.

- Acércate – dijo la voz potente que la había guiado hasta ahí.

- ¿Acercarme a dónde? No soy capaz de verte, ¿dónde estás?

En ese momento un fuerte viento inundó toda la estancia. Estíbaliz pensó por un momento que iba a volver a salir volando, y se agarró con fuerza a su paraguas rojo. Pero aquel viento solo alborotó su pelo y se le enredó entre los dedos de la mano que tenía libre.

- Ven, siéntate en la butaca. Si no, no podrás verme.

Estibaliz, tirada por aquella mano invisible, caminó hacia la pequeña silla dorada. Nada más sentarse, todas las líneas curvas de la estancia comenzaron a moverse como si se tratara de un remolino. Aquello era la cosa más increíble que había visto en la vida.

En la habitación, que antes estaba vacía, comenzaron a aparecer los más variopintos objetos: pañuelos, paraguas, globos de colores, sombreros, papeles, balones, muñecos, hasta una vaca con cencerro y cara de despistada. Pero lo más sorprendente de todo, era que en la enorme butaca dorada, frente a Estíbaliz, había aparecido un delgado hombrecillo con pelo blanco y alborotado, una preciosa túnica plateada y la sonrisa más triste del mundo.

- Pero, pero… ¿cómo has hecho aparecer todas estas cosas? ¿Quién eres tú?

Aquel señor, se atusó con sus largos dedos su espesa cabellera blanca y volvió a sonreír con nostalgia.

- Soy el rey del viento – exclamó con su voz potente -. Bienvenida a mi palacio.


Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 4)

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Nadie va a creer a la pequeña Estíbaliz cuando cuente que ha visitado el palacio del viento y que ha conocido al mismísimo rey del viento, que quería robarle su paraguas rojo. Pero el rey del viento, aunque puede conseguir todo lo que desea no es del todo feliz. ¿Qué le pasa a este rey?

Descúbrelo en la cuarta parte de “El paraguas de Estíbaliz“, un cuento escrito por María Bautista e ilustrado por Raquel Blázquez.

Los vientos del viento

Estíbaliz observó detenidamente el palacio del rey del viento y se maravilló de la belleza de sus formas, de la transparencia y delicadeza de sus paredes, de las increíbles vistas que se podían contemplar desde las ventanas redondeadas.

Luego miró todos aquellos objetos y comprendió que, de no haberse aferrado a su paraguas rojo, este sería ahora parte de aquella extraña colección.

¿Para que querría el rey del viento todas aquellas cosas? ¿y cómo era posible que aún teniéndolas tuviera aquella cara tan triste?

Como si hubiera leído sus pensamientos, el rey comenzó a hablar.

- La felicidad, querida amiga, no consiste en cuántas cosas tengamos, si no en con quién compartamos todas ellas. Yo no robé los sombreros ni los pañuelos para estar más elegante, ni me llevé las muñecas y los balones para jugar con ellos, ni arrastré a esta vaca a mi palacio para beber deliciosa leche. Todo esto lo traje para compartirlo con alguien especial. Pero mírame. Aquí estoy. Solo.

Estíbaliz se olvidó por un momento de su enfado y de su paraguas. Se olvidó de que aquel estrafalario rey la había arrancado del suelo y había tratado de robarle el maravilloso regalo de su hermana y tuvo ganas de abrazarle. De decirle que no se sintiera solo que ahora ella estaba en el palacio y que podrían jugar con los balones, ordeñar la vaca o vestirse con los fulares. Pero una vez más no hizo falta hablar.

- Pero ahora que estás aquí ya me siento menos solo – y al decirlo, su sonrisa, por un momento, dejó de ser la más triste del mundo. Luego, bajó la mirada avergonzado.- Siento haberte traído de una manera tan brusca, esa no es forma de tratar a una invitada, pero mis vientos a veces son así, un poco desapacibles e impulsivos.
- ¿Tus vientos? Es que acaso hay más de uno…
- ¿Estás de broma? ¿Qué clase de rey del viento sería si solo hubiera un viento sobre el que reinar? Hay muchos y muy distintos ¿Quieres conocerlos?

Y sin dejar tiempo a Estíbaliz para responder, aquel hombrecillo de rizos alborotados envolvió a la niña, y a su paraguas rojo, en su túnica plateada y ambos comenzaron a girar y a girar y a girar…

Cuando dejaron de dar vueltas, Estíbaliz contempló asombrada como la estancia real se había convertido en un pasillo larguísimo lleno de puertas (redondeadas) con extraños nombres escritos en letras doradas.
- Tra-mon-ta-na, Le-van-te, Le-be-che, Si-ro-co… -fue leyendo con dificultad Estíbaliz. – ¡Qué nombres tan raros!
- ¿Quieres saber qué viento te trajo hasta aquí?

Estíbaliz afirmó con la cabeza y el rey del viento la llevó hasta una de las esquinas de aquel largísimo pasillo.

- Es este. Si abres su puerta podrás saludarle. Te prometo que esta vez no te arrastrará por el cielo.
- ¿Ni tratará de quitarme el paraguas?
- Ni tratará de quitarte el paraguas, confía en mí.

La niña contó hasta tres y con todas sus fuerzas tiró del manillar de aquella puerta…

Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 5)

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Nunca te has preguntado por qué hay vientos suaves y ventoleras desagradables. Por qué algunos vientos son tan indiscretos (y nos levantan las faldas) y otros son más tímidos y solo nos enredan un poco el pelo. El motivo es que hay muchos vientos distintos y Estibaliz está a punto de descubrir cómo funcionan.

Y tú también, si lees la quinta parte de este cuento. ¡A disfrutarla!

Los desmolinos

Estíbaliz esperó impaciente a que por aquella puerta saliera el fuerte viento que la había arrastrado hasta ahí pero lo que se asomó fue un señor de bigotes retorcidos en forma de espiral y aspecto de cansancio que miró con resignación hacia el rey del viento.

- ¿Dónde quiere que lleve ahora mi viento mistral, excelentísimo rey del viento?
- No quiero que lo lleves a ningún lado. Solo quiero presentarte a Estíbaliz, la niña que nos llevamos esta mañana junto con su paraguas rojo.

El viento mistral suspiró aliviado y sin ningún interés apretó la mano de Estíbaliz y susurró un suave “Bienvenida”. La niña se quedó pensativa un rato: ¿cómo era posible que aquel personaje debilucho tuviera algo que ver con el fuerte viento que le había arrastrado? Una vez más, el rey del viento leyó su pensamiento:

- ¿Quieres que te muestre cómo lo hacemos? Para eso tengo que enseñarte la joya más apreciada de mi corona, lo más importante de mi reinado: el lugar donde nacen los vientos, el desmolino.
-¿El desmolino? – Estíbaliz jamás había oído hablar de algo así.- ¿Qué es eso?
- El desmolino es exactamente lo contrario a un molino. Es decir, si un molino necesita el viento para moverse, un desmolino consigue mover al viento, es decir, lo crea.

- ¿Pero cómo se mueven las aspas de un molino si no hay viento? – Estíbaliz seguía sin entender…
- Lo mejor es que lo veas… – exclamó solemne el rey del viento y llevó a la niña hasta una enorme sala llena de “desmolinos”.

Los desmolinos eran exactamente igual que los molinos de viento, pero junto a ellos había una cinta de correr parecida a las que Estíbaliz había visto en algún gimnasio.

- Viento Mistral, ¡haznos una demostración! – exclamó con autoridad el rey.

El viento mistral arrastró sus pies hasta el desmolino y comenzó a correr. Al momento las aspas del molino comenzaron a girar y girar, produciendo un viento fuerte y húmedo en el que Estíbaliz reconoció a aquel que le había arrastrado hasta allí.

- Y el pobre Viento Mistral, ¿tiene que correr y correr durante horas? Pero ¡eso es horrible! – exclamó sorprendida la niña – Ahora entiendo su cara de cansancio…

Al escuchar aquello, el rey del viento frunció el ceño y con voz enfadada exclamó:

- Otra igual, la reina de la lluvia siempre me decía lo mismo…qué pesadas…
- ¿La reina de la lluvia?
- Sí, la reina más inteligente, alegre y divertida que hayas conocido nunca. La reina más maravillosa del mundo. Y la más inaccesible también. No quiere saber nada de mí. Da igual los regalos que le haga, los pañuelos que robe a la gente, los globos de helio que le traiga, hasta la vaca que siempre da leche ha rechazado. O qué te crees, ¿qué me gusta robarle cosas a la gente? ¡No! Pero lo hago por ella…

¡Así que era eso! Todos los objetos extraños del palacio, su paraguas…¡todos eran regalos que el rey del viento quería hacerle a la reina de la lluvia!
- Y ¿por qué ella no quiere saber nada de ti? Todos esos regalos me parecen bonitos, aunque sean robados…
- Pues sí, eso pienso yo también pero ella dice que soy un rey inhumano, que tengo explotados a mis súbditos, que lo que hago es ¡horrible!
- Es que es horrible…
- Horrible pero necesario, es la única manera de tener viento.
- ¿Seguro que es la única manera? ¿O es la más fácil para ti?

Al escuchar aquello, el rey, que parecía muy enfadado, se mesó pensativo su larguísima barba. Estíbaliz temió que de un momento a otro explotara de cólera y la mandara de vuelta a casa sin paraguas. Pero lo que no esperaba es que ocurriera exactamente lo que ocurrió…

El rey, después de permanecer en silencio casi un minuto, rompió a llorar desconsoladamente…

Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 6)

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En el capítulo anterior dejamos al rey llorando desconsoladamente. ¿Qué tendrá este rey del viento para que esté tan triste? ¿Le podrá ayudar Estíbaliz?

En este capítulo descubriremos que en la vida ¡hay que modernizarse! Sí, sí, incluso si uno es un rey del viento de lo más antiguo. Los nuevos tiempos no perdonan y las nuevas tecnologías tampoco. ¿Llegarán al palacio del rey del viento?

Nuevas tecnologías

Después de un buen rato sin parar de llorar, el rey del viento se secó las lágrimas con un pañuelo lleno de espirales y miró con tristeza a Estibaliz:

- Tenéis razón, soy un rey horrible. Estaré siempre solo y la reina de la lluvia siempre me despreciará. Pero no puedo hacer nada: para no ser un rey horrible tendría que liberar a mis súbditos de su duro trabajo, y si hiciera eso los desmolinos no funcionarían y el mundo se quedaría sin viento.

Estíbaliz pensó por un momento lo qué sería el mundo sin el viento. Nada le despeinaría sus cabellos cuando fuera por la calle, ni le levantaría la falda. Además, como no habría viento que agitara el mar, este nunca estaría picado y siempre podría meterse en él sin peligro a ser arrastrada. Sin viento los árboles siempre tendrían hojas y en invierno no haría tanto frío. Quizá, eso de que el mundo no tuviera viento no era tan mala idea…

Pero una vez más el rey leyó su pensamiento y exclamó enfadado:

- Ni lo pienses, Estíbaliz. Sin viento el planeta no podría existir. ¿Quién llevaría las semillas de las plantas de una flor a otra? ¿Quién movería las nubes de ciudad en ciudad para que la lluvia llegara a todas ellas? ¿Quién ayudaría a los pájaros a volar por el cielo? Además el mar sería tan aburrido sin una triste ola…

Estíbaliz tuvo que reconocer que el rey tenía razón. El viento, aunque a veces nos pareciera algo inútil, era imprescindible para el mundo.

- Pero…¡tiene que haber alguna manera de arreglar esto! – afirmó la niña blandiendo su paraguas rojo con decisión. – No puedo creer que hoy en día no haya otra manera de conseguir que se muevan los desmolinos…

- Pues no la hay, y si la hay yo no la conozco.

- Y ¿cómo lo hace la reina de la lluvia?

- Creo que con algo que se llama electricidad. Al parecer utiliza motores para mover las contranubes.

- ¿Las contranubes? ¿Eso qué es?

- Pues lo contrario a las nubes: si las nubes producen lluvia, las contranubes producen algodón de azúcar que al separarse forma las nubes.

- ¿Por eso las nubes parecen algodón?

- ¡Claro! Si las pruebas antes de que lleguen al suelo saben dulces como el azúcar y son pegajosas.

- ¿En serio? – Estíbaliz pensó en su libro de conocimiento del medio y se preguntó cómo era posible que en él no se hablara de los desmolinos, ni de las contranubes, ni de cómo funcionaban las cosas en el cielo.

- Claro que hablo en serio. Soy un rey y la palabra del rey siempre es en serio. Antes las tormentas trabajaban para la reina de la lluvia haciendo formas con las nubes. ¡Eran unas verdaderas artistas! Pero el trabajo era muy duro y la reina decidió buscar otra manera de hacerlo. Así que ahora es una máquina quien convierte las contranubes en nubes de verdad.

- ¿Y por qué no pones una máquina en tus desmolinos?

- ¿Una máquina? ¿Con motor? Eso ¡ni hablar! A mí me gusta hacer las cosas a la manera tradicional… ¡Nada de nuevas tecnologías!

Estíbaliz miró con ternura al rey del viento. Le recordaba a su abuelo Manolo, que siempre estaba gruñendo contra las tecnologías, contra Internet, el móvil o los ordenadores. Por más que Estíbaliz trataba de explicarle lo maravilloso que era contar con todas aquellas cosas, el abuelo Manolo no quería saber absolutamente nada de aquello.

- Querido rey del viento… ¡es hora de modernizarse! Solo así conseguirás que tus súbditos no trabajen tanto y que la reina de la lluvia se fije en ti.

- ¿Tú crees?

- Claro que sí.

- Pero es que las tecnologías y yo no nos llevamos muy bien.

- No te preocupes – exclamó resuelta Estíbaliz – a mí se me dan fenomenal. Además, podemos pedirle ayuda a la reina de la lluvia. ¡Seguro que está encantada de echarnos una mano!

El rey no estaba muy convencido pero tanto insistió Estíbaliz, que ya sabemos lo testaruda que podía llegar a ser cuando quería algo, que al monarca no le quedó otro remedio que aceptar.

- Está bien, pequeña. Coge tu paraguas y acércate a mí. Llegaremos en un periquete.

Y de nuevo envolvió a la niña con su túnica plateada y ambos empezaron a girar y girar y girar…

Cuento a la vista: El paraguas de Estíbaliz (parte 7)

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Llega el último capítulo de esta aventura increíble de Estíbaliz y su paraguas rojo. La niña vuelve a casa pero…¿podrá arreglar el problema del rey del viento?

Lee el último capítulo y descúbrelo en este cuento.

Estíbaliz vuelve a casa

Estíbaliz, ligeramente mareada con tanto giro, abrió despacio los ojos. El palacio de la reina de la lluvia era gris, húmedo y brillante. Como en el del viento, ni una sola línea recta podía verse. Pero el lugar estaba vacío.

- ¿Dónde está la reina? – preguntó Estíbaliz con curiosidad.
- ¿Quién me llama? – sonó una voz aterciopelada y dulce que no acompañaba a ningún cuerpo.
- Soy el rey del viento – dijo este con tono compungido – y antes de que empieces como siempre a enfadarte y gritar, te diré que traigo una invitada, así que, por favor, sé cortés.
- ¿Una invitada? – y al decirlo, la reina de la lluvia se hizo presente.

Se trataba de una mujer de edad indefinida, que en vez de pelo tenía nubes, de las que iba cayendo agua. A su paso, la reina de la lluvia no dejaba huellas, solo un charquito de agua que la acompañaba por toda la estancia.

- ¿Quién eres tú?

Estíbaliz le contó toda su aventura y cómo había llegado hasta el palacio del viento. También como éste le había enseñado los desmolinos y lo horrible que le habían parecido.

- Así que por eso estamos aquí. Necesitamos tu ayuda para poner motores en los desmolinos.

La reina de la lluvia, ligeramente sorprendida se giró hacia el rey del viento:
- No me lo creo – y volviéndose hacia Estíbaliz exclamó – ¿Sabes, pequeña niña, la de veces que he intentado convencerlo? El rey del viento no cambiará nunca. Es orgulloso y todo debe hacerse a su manera. Si la idea no se le ocurre a él no es una buena idea. Por eso rechazó el tema de los motores: ¡se me había ocurrido a mí! Jamás dejará que nadie ¡y menos una mujer! le diga lo que tiene que hacer.

Estíbaliz miró al viento y le entraron ganas de darle una colleja con su paraguas de colores. Así que el problema era ese…

- Osea que eres un machista, rey del viento. Eso no me lo habías dicho – exclamó enfada la niña.

El rey del viento, viendo que tenía todas las de perder ante aquellas dos tozudas mujercitas, agachó la cabeza y en apenas un susurro explicó:

- Sí, sí, lo soy, pero ya no quiero serlo más. Me siento solo y triste desde que estamos enfadados. Pero además he tenido mucho tiempo para pensar y ya no creo que mis ideas sean las mejores. Por fin me he dado cuenta de que era mi orgullo lo que me impedía reconocer que tu idea de los motores en las contranubes es estupenda.
- ¿Lo dices en serio?
- Claro, y necesito tu ayuda para hacer lo mismo con mis desmolinos. ¿Me ayudarás?
- ¡Por supuesto! ¿Sabes el tiempo que he estado esperando este momento?

Estíbaliz se quedó mirándoles durante un instante: ¡hay que ver lo que le gustaba a los mayores hacer las cosas complicadas! Con lo fácil que habría sido instalar desde el principio los motores en los desmolinos. Así los pobres vientos no habrían tenido que sufrir tanto en su trabajo, el rey no habría estado solo y ella… ¡ella no habría estado a punto de perder su paraguas!

Y hablando de su paraguas y de toda su aventura ¿cómo volvería a casa? El rey y la reina estaban tan ocupados hablando de motores, fórmulas físicas, electricidad y aspectos meteorológicos que se habían olvidado de ella.

- Amigos, perdonad que os interrumpa pero ¡quiero volver a mi casa!
- Pequeña Estíbaliz, ¡ahora mismo nos ocupamos de ti! –exclamó avergonzado el rey del viento.
- Claro, ¿cómo quieres volver a casa? ¿con un viento o a través de una nube?

¿A través de una nube? Eso podía ser divertido, al fin y al cabo lo del viento ya lo había probado y a la valiente Estíbaliz le encantaba descubrir cosas nuevas.

- Pues no se hable más, ¡en una nube!

Y una almidonada nube gris se acercó hacia donde estaba la pequeña, dispuesta a llevarla de vuelta a su casa. Había llegado el momento de la despedida. Estíbaliz se abrazó al rey del viento (un abrazo ventoso que la dejó bastante despeinada)

- ¡Prométeme que no volverás a robar paraguas!
- Haré lo que pueda, pequeña, pero los vientos, ya sabes, a veces…
- Bueno, pues prométeme que no volverás a ser presuntuoso y aceptarás las buenas ideas, vengan de quien vengan.
- De eso estate segura. He aprendido una gran lección. Gracias por abrirme los ojos.

Estíbaliz abrazó también a la reina de la lluvia (un abrazo acuoso que la dejó bastante mojada) y se metió de lleno en la nube que la esperaba.

El viaje de vuelta fue ¡extraño! No podía ver nada, solo sentía agua en los ojos y aunque intentó abrir su paraguas para evitar que la lluvia la empapara, no lo consiguió. Sin embargo, cuando cayó al suelo, en el punto exacto en que se la había llevado el viento, estaba totalmente seca aunque seguía lloviendo tan fuerte como cuando comenzó aquella aventura.

- Nadie va a creer lo que me ha pasado – exclamó sin parar de reír.

Y diciendo aquello abrió su maravilloso paraguas rojo y continuó caminando bajo la lluvia rumbo al colegio.

Cuento a la vista: The villain of the story

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Empezamos el curso dándole fuerte al inglés. Por eso os traemos una historia de un lobo cansado de ser siempre el malo del cuento. Una historia de María Bautista con ilustración de Raquel Blázquez que ya pudimos disfrutar en español (fue la primera colaboración de Cuento a la vista con nuestros amigos de Pequeocio). Hoy, con la traducción de Sandra Soler Peyton, os la  traemos en inglés.

Si queréis saber por qué el lobo no quería más ser el malo del cuento, coger el diccionario y ¡a leer!

The villain of the story

Tired of always being the villain of the story, Mr. Wolf got up one morning ready to give up his job. He put on his best suit, had a good shave and went off to the employment office for children stories’ characters. At the office there was a great fuss going on.

Puss-in-Boots had tried to jump the queue and pass in front of Little Red Riding Hood’s grandmother and the witch in Snowwhite was so furious

that she had turned him into a mouse:

- Such disrespect for your elders! -She shouted angrily.

The office staff took more than half an hour to convince the witch to turn Puss in Boots back to normal, so that is why there was so much delay that morning. When they finally shouted out his name,
the wolf, dragging his feet, sat down at the office worker’s desk.

- How can I help you, Mr. Wolf? Have you had any delays with your salary this month?

- No, no problem at all with that. The trouble is with the job itself. I am tired of being the villain of the stories; of the children being afraid of me; of all the other story characters laughing at me when I end up burnt, with my stomach full of stones or shot by the hunter. Either you turn me into hero or I quit my job!

- But we can’t do that! For heroes, we’ve already got loads of Princes!

- But that is also very boring. Haven’t you heard the princesses’ complaints? They are fed up with having to be the dainty ones always in need of being saved. Times are changing, sir. You should all know this once and for all!

But however much Mr. Wolf tried to convince the officer he got nowhere, so he left the office angrily ready to never, ever work again.

And this was how the stories ended without a villain. The Three Little Piglets stared with nostalgia at their new brick house with a chimney. Little Red Ridding Hood was dissapointed with her granmother because she didn’t have either big eyes, or a big nose or mouth. The Seven Little Goats waited bored out of their minds for their mother to come back home. Peter did not scare anyone when he shouted “Here comes the Wolf!”… Because they all knew that Mr. Wolf had gone forever.

But the worse thing was that, without Mr. Wolf, the stories stopped being funny and the children were getting so bored that they stopped reading.

At the employment office of children’s stories, all the characters were so worried that they decided to have a meeting to try to find a solution.

- If children stop reading, we will soon all disappear!

- We need to convince Mr. Wolf to return to his job as the villain of the stories.

- We have to promise him that we will not laugh at him again. We need him!

So they all went together to visit him. When Mr. Wolf saw that all the characters wanted him to return, he was very touched.

- Ok -said Mr. Wolf-, I see that I have no choice but to accept my role as the villain of the stories. But to return to children’s literature I need a favour from all of you: I want all the children to know that in my free time I do not go around eating grandmothers, or little goats, or piglets.

- But, how can we do this? – they all asked at once.

- I know about a blog on children’s literature that I’m sure they would be interested in this story!- exclaimed the rabbit without ears enthusiastically.

And this is how the story of why Mr. Wolf didn’t want to be the villan of the story came to us…

Cuento a la vista: Los tres cerditos y el lobo

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Seguro que todos conocéis el cuento de los tres cerditos y el malvado lobo que quería comérselos. Pero ¿y si os digo que hay otra versión de este clásico con un final muy diferente? Y es que a veces las apariencias engañan y no todo es como parece.

¿No os lo creeis? Pues aquí os dejamos esta versión del cuento, una versión vegetariana y divertida de la aventura que vivieron los tres hermanos cerditos y ese lobo que quería entrar en sus casas. Brenda Figueroa hizo la divertida ilustración y María Bautista fue la encargada de poner el texto original patas arriba. ¡Difrutadlo!

Los tres cerditos y el lobo

En el bosque en el que vivían los tres cerditos había un gran revuelo. Al parecer, los pájaros habían avisado a los ciervos de que un enorme lobo estaba a punto de llegar a sus tierras.

- ¡Un lobo! ¡Qué miedo! Eso significa peligro, tendremos que pensar en cómo librarnos de él – exclamó el más pequeños de los tres cerditos.

Después de mucho pensar, los tres hermanos decidieron que lo mejor era construirse una casa donde poder estar a salvo de las garras del lobo. Sin embargo no se ponían de acuerdo en la manera de hacerla, así que cada uno decidió construir su propia casa.

El hermano pequeño decidió hacer una casa con paja. Era mucho más fácil que hacerla con otro material y así no le costaría mucho esfuerzo.

El hermano mediano prefirió hacerla con madera. Era mucho más resistente que la paja y como estaban en un bosque, la madera era fácil de conseguir. Además, tampoco le llevaría mucho tiempo ni esfuerzo.

El hermano mayor pensó que lo mejor sería hacerla con ladrillos. Es cierto que aquello le llevaría mucho tiempo y esfuerzo, pero le pareció que solo si la casa era de ladrillos, podría protegerle del malvado lobo.

El hermano pequeño y el hermano mediano hacía mucho que habían terminado sus casas, y el hermano mayor, seguía con su gran obra.

- Como no te des prisa – le decían – llegará el lobo y no habrá servido de nada tanto esfuerzo, ya que tu casa no estará terminada y no te quedará más remedio que venirte a la nuestra.

Pero el hermano mayor no les hacía caso. Sabía lo importante que era el trabajo bien hecho y sin prisa, pero sin pausa, fue terminando su casa de ladrillos. Justo a tiempo.

Y es que el lobo llegó precisamente el día de su inauguración. Cuando el rumor de que el malvado malvadísimo lobo había llegado al bosque, cada cerdito se escondió en su casa. ¡Qué miedo!

Para colmo de males, aquella tarde se había levantado una fuerte tormenta. ¡Con lo poco que le gustaban a los cerditos las tormentas! Muy asustado, el cerdito pequeño se asomó por la ventana de su caja de paja.

- ¡Ay qué ver este viento! Está tambaleando tanto mi casa que parece como si la fuera a tirar.

Pero al mirar por la ventana, lo que vio el cerdito pequeño fue al malvado malvadísimo lobo. ¡Tenía unos colmillos tan grandes!

- ¡No es el viento lo que está tambaleando la casa! Es el lobo que está soplando…

Y antes de que se diera cuenta, la casa de paja se había desvanecido. El pequeño cerdito corrió y corrió hasta la casa de su hermano mediano.

- Aquí estaremos a salvo – le protegió el cerdito de la casa de madera.

Pero afuera, la tormenta se había vuelto más y más dura. Llovía a cántaros, mojando la madera de la casa del cerdito mediano. Además aquel viento tan molesto…¡y el lobo, que otra vez estaba plantado frente a la casa de los cerditos!

- ¡Ya está aquí otra vez! Empezará a soplar y a soplar…¡y derribará la casa!

Y antes de que hubieran terminado de decirlo, la casa de madera se había desplomado. Los dos cerditos corrieron y corrieron hasta la casa de ladrillo del hermano mayor.

- Aquí estaremos a salvo – les protegió el cerdito mayor.

Y para su sorpresa, los cerditos pequeños descubrieron que ni la tormenta, ni el viento, ni el lobo malvado malvadísimo, podían destruir aquella casa tan bien hecha.

- ¡Os lo dije! Las cosas bien hechas necesitan más esfuerzo, pero luego duran para siempre…

Estaban tan contentos los tres cerditos en la casa de ladrillo, que casi se habían olvidado del lobo y de la tormenta cuando un ruido les sobresaltó. Era el timbre, ¿quién llamaría a esas horas en una tarde tan desapacible?

- ¡Es el lobo! – exclamó asustado el hermano mayor cuando miró por la mirilla de la puerta.

- Sí, soy el lobo – exclamó el animal que había escuchado lo que el cerdito había dicho.

- Pues fuera de aquí, ya has destruido dos casas, pero esta no conseguirás tirarla.

El lobo suspiró con tristeza y exclamó:

- ¿La casa de paja y la casa de madera? Yo no tuve nada que ver con eso. Estaban tan mal construidas que la propia tormenta acabó con ellas.

- Y entonces, ¿qué haces aquí?

- Soy nuevo en el bosque, y he venido a invitar a todos los animales a una gran fiesta. Así podremos conocernos…

- Querrás decir que podrás comernos…

El lobo volvió a suspirar con tristeza y gritó:

- ¿Por qué decís eso? No sabéis nada de mí y sin embargo ya dais por hecho que soy un lobo malo.

- Es que todos los lobos son malos y quieren comernos…

- Pero yo no, ¡si soy un lobo vegetariano!

Los tres cerditos se miraron con miedo. ¿Podían confiar en aquel lobo? Para comprobar que era verdad lo que decía, le pusieron una prueba.

- Si es verdad que eres vegetariano, tendrás que demostrarlo.

Y por debajo de la puerta, los tres cerditos le pasaron una bandeja con comida. En un plato había un suculento trozo de carne. En el otro una ensalada bien fresca.

El lobo no dudó ni un instante, cogió el tenedor y comenzó a comerse la ensalada.

- Necesitaría un poco de aceite y vinagre…¡esta ensalada está sin aliñar!

Los tres cerditos comprendieron que aquel lobo no mentía y confiaron en él. Y así fue como aquel lobo vegetariano se quedó para siempre en el bosque, y él y los tres cerditos (que terminaron viviendo todos juntos en la casa de ladrillos) fueron amigos para siempre.

Cuento a la vista: The bunny without ears

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¿Estás preparado para practicar tu inglés? Te traemos la oportunidad perfecta: un cuento en inglés sobre un conejo que no es como los demás. Pero a veces ser diferente no tiene por qué ser algo malo. Al contrario, este conejo sin orejas descubrirá muy pronto que esto le puede traer muchas ventajas.

¿Quieres saber cuáles son? Pues coge el diccionario y descubre qué pasa en este texto escrito por María Bautista, ilustrado por Raquel Blázquez y traducido por Kara Gleason.

El conejo sin orejas

That’s what they called him: the bunny without ears.

But Caro did have ears. Two. Pointed with soft fur, like every bunny in the forest.

Caro, unlike the rest, couldn’t lift up his ears.

“Try it Caro, lift them!” His mom told him, the day that all of the little bunnies from school learned to lift up their ears.

“Here I go!” Caro announced happily, while he tried with all his might to lift his ears. “How do they look, Mom? Don’t I look handsome with my ears lifted up?”

But Caro hadn’t lifted his ears even a millimeter. He tried again and again, but there was no hope: his ears still laid flat. This was why little Caro became the joke of the other bunnies.

“Don’t cry, honey, it doesn’t matter,” his mother tried to console him, “You are a different bunny and there’s nothing wrong with that!”

However, Caro didn’t agree with his mother. He didn’t like being different and didn’t like being made fun of. So every morning when he woke up, he concentrated very hard and tried to get his ears to lift up off his back. But every morning he was disappointed to see that he hadn’t succeeded. He was still different from the rest of the bunnies.

In the forest the days passed calmly and all of the little bunnies were happily playing among the trees with the squirrels and field mice. All except for Caro, who spent the day sighing and dreaming of being like the rest of the little bunnies.

One spring afternoon, the peaceful life of the bunnies was disrupted by some hunters with thick moustaches and stern faces. They carried large rifles that made a deafening noise each time they were fired.

BOOM, BOOM.

Those terrible sounds scared the little bunnies so much that they all tried to hide among the plants of the forest. But as they hid, their pointed ears popped up, showing above the plants. Try as they might to lower them, their ears kept sticking up where the hunters could see them. The bunnies had no choice other than to run away at full speed to avoid the hunters.

Luckily, nothing bad happened and all of the little bunnies returned safe and sound to their burrows.

“I was so scared!” They all yelled. “I tried to hide, but these ears….”

“You are so lucky, Caro! They would never be able to see you.”

From a corner, Caro, the bunny without ears, listened to them with his mouth wide open. For the first time in his life, the other bunnies didn’t make fun of him for being different. On the contrary, they all wanted to be like him.

From that day on, Caro never again was ashamed of his flattened ears. Yes, he was different, but as his Mom said, “There’s nothing wrong with that!”


Cuento a la vista: El patito que nunca fue feo (pues no era patito)

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patito feo

Os traemos una nueva adaptación de un clásico de la literatura infantil: el patito feo. Pero, como en otras ocasiones, este cuento ha sido puesto patas arribas (o mejor dicho “patos arriba”) por María Bautista, que ha contado con la estupenda ilustración de Vero Navarro.

Seguro que encontrais las diferencias entre el cuento original y esta extraña y divertida versión que nos traen las chicas de Cuento a la vista. ¡A disfrutarlo mucho!

El patito que nunca fue feo (pues no era patito)

Al llegar la primavera, los huevos que Mamá Pato había estado empollando durante todo el invierno comenzaron a resquebrajarse:

- ¡Qué emoción! ¿Cómo serán nuestros patitos? – comentaban con emoción Mamá y Papá Pato.

Uno a uno los cascarones blanquecinos fueron rompiéndose y los patitos salieron. Había uno amarillo al que llamaron Canario, había otro con las alitas oscuras al que llamaron Volador, había otra patita con el pico muy largo a la que bautizaron como Parlanchina y por último…por último había un huevo que no terminaba de resquebrajarse. Era más grande y oscuro que el resto. Todo los patitos lo miraban intrigados.

- ¿Por qué no saldrá ya de su caparazón? – se preguntaba preocupada Mamá Pato.

- Seguro que sale pronto, solo que es más lento que el resto – afirmó Papá Pato – Le llamaremos Tranquilo.

Pero Tranquilo aún tardó un par de días más en salir de su huevo. Para cuando lo hizo, Canario, Volador y Parlanchina ya se habían acostumbrado a jugar los tres juntos, y no necesitaban un nuevo hermanito. Para colmo, Tranquilo no era un patito como los demás. Era más alto y más torpón que el resto, además, tenía un color pardusco muy apagado, que contrastaba con las plumas brillantes de los otros.

- ¡Menudo patito más feo! ¡Yo no quiero que juegue con nosotros! – decían.

Mamá Pato, muy enfadada, regañó a sus hijos por tratar así a Tranquilo, pero esto, en vez de solucionar el problema no hizo sino empeorarlo, puesto que los patitos, al verse reprendidos por culpa del patito feo le cogieron más y más manía.

- ¿Qué culpa tenemos nosotros de que sea un patito feo y torpe?

El pobre Tranquilo, por mucho que Mamá Pato trataba de cuidar de él y de conseguir que se sintiera bien, sufría mucho con las burlas de sus hermanos. Se sentía diferente y fuera de lugar y comenzó a pensar que debía buscar su propio camino.

Pero el mismo día que estaba a punto de escapar de su familia, algo le ocurrió a Parlanchina. Tratando de picotear entre unos juncos, Parlanchina metió su largo pico en un tronco hueco, y por más que trató de sacarlo de ahí no lo consiguió. Canario y Volador, que iban jugando y nadando a su ritmo, no se dieron cuenta de nada, pero Tranquilo, que como siempre, iba más lento que el resto, se dio cuenta de todo.

- ¿Qué ha pasado, Parlanchina? ¿Estás bien?

- Niiiii, tingui il piqui itripidi in isti irbil –

La pobre Parlanchina no podía apenas abrir su pico, así que todo lo que decía lo decía con la i. Menos mal que Tranquilo entendió lo que pasaba y voló hasta donde estaba Mamá Pato para advertirle de lo que había ocurrido. Con ayuda del fuerte pico de Mamá, Parlanchina consiguió sacar su pico de ahí, pero ¡menudo susto que se había dado! La patita tuvo que reconocer que de no haber sido por el patito feo, la situación hubiera sido más fácil.

- Gracias, Tranquilo.

- De nada, Parlanchina, seguro que tú hubieras hecho lo mismo por mí.

Aquel gesto cambió la relación de los hermanos con el patito feo. Poco a poco fueron aceptándole, aunque tuviera las plumas oscuras, fuera más grande y menos ágil que todos ellos. De hecho, descubrieron que el patito feo podía ser muy divertido y que como era más grande que el resto, los demás patos de la charca no se atrevían a meterse con ellos.

También Tranquilo comenzó a sentirse a gusto con ellos, eso a pesar de que las diferencias entre los patitos y él eran cada vez mayores.

Un día, Tranquilo se despertó con los gritos de asombro de sus hermanos:

- ¿Pero qué te ha pasado? ¡Estás guapísimo!

Tranquilo se miró en el reflejo del río y vio que sus plumas oscuras habían dado paso a unas brillantes plumas blancas y que su cuello se había estirado.

Cuando Mamá Pato vio la transformación entendió lo que había ocurrido.

- Mi querido Tranquilo, tú no eres un pato, eres un cisne y aunque nosotros te queremos como eres, debes irte con tus hermanos cisnes.

Pero Tranquilo se había acostumbrado a convivir con los patos y se sentía uno más de ellos. También sus hermanos, aunque al principio les había costado aceptarlo porque era diferente, habían aprendido a quererle y no tenían ninguna intención de dejarle ir.

- ¡Quédate con nosotros! A nosotros nos da igual que seas cisne o pato. Para nosotros eres Tranquilo, nuestro hermano y lo serás siempre.

Tanto le rogaron, que el cisne Tranquilo aceptó y aquel patito feo (que nunca fue feo ni fue patito) se quedó con ellos para siempre.

Cuento a la vista: The sleepy lamppost

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Un nuevo cuento en inglés nos lleva a conocer a una farola muy particular. Y es que esta farola no quiere trabajar por la noche como las demás. Ella prefiere dormir por la noche y por la mañana enterarse de todo lo que pasa en la ciudad. Pero realmente…¡eso no es nada práctico para una farola!

Si quieres saber qué pasará con esta farola dormilona, que no te detenga el inglés: ¡seguro que entiendes muy bien el texto! Y si no, ya sabes, echa mano del diccionario, ¡y a disfrutar! La traducción de este cuento escrito por María Bautista es de Kara Gleason, la ilustración de Raquel Blázquez. Este cuento, además, es uno de los que puedes encontrar en el libro “Cuentos diferentes para niños diferentes”.

The sleepy lamppost

All of the lampposts spent many days gossiping about the beauty and uniqueness of the owl’s hoot, so different from what they had ever heard before. All of them, except for the sleepy lamppost…

“Is it true that his hoot is so strange?” she asked.
“It’s incredible; I am hoping the night will arrive soon just to hear it,” one replied.
“But can’t the owl hoot during the mornings?”
“No, if you want to hear him, you’ll have to stay awake at night, like all of the rest of us,” they told her.

Her curiosity got the best of the sleepy lamppost, and the following night, breaking her routine, she kept her two bright eyes open. It was the first time that she stayed awake, and she was surprised by the beauty of the moon, the sound of the crickets in the bushes, and above all, that profound hoot of the wise owl.

The next morning she was so exhausted after staying awake for so many hours, that she didn’t have any choice other than to sleep and sleep throughout the day until darkness came and her eyes once again opened to illuminate the night.

And that is how it was, day after day, night after night.
No one ever called her the sleepy lamppost again.

Cuento a la vista: El rincón de nieve

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Traemos un cuento de Navidad muy especial. Este no habla de regalos, ni de comilonas, si no de la importancia de no olvidar nunca a nuestros amigos. Tartán, el protagonista de esta historia, es una ardilla con un amigo muy especial. Un amigo que solo puede ver cada Nochevieja, pero un buen amigo al fin y al cabo.

Descubramos este rincón de nieve de la mano de María Bautista y con la ayuda de la dulce ilustración de Brenda Figueroa. ¡Espero que disfrutéis este cuento tanto como esta Navidad!

El rincón de nieve

La pequeña ardilla Tartán, vivía en un bosque mágico, lo que tenía un montón de ventajas, porque significaba que en cualquier esquina siempre te encontrabas algo inesperado. Pero de todos los lugares increíbles del bosque había un rincón muy especial, el que más le gustaba a Tartán. Solo podías encontrarlo un día al año: el día de Nochevieja.

Ese día, sin importar si hacía calor o frío, junto a la esquina del puente encantado, Tartán y sus amigos se encontraban el rincón de nieve. Un lugar tan lleno de nieve que las pequeñas ardillas podían pasar el último día del año jugando a tirarse bolas o en trineo o incluso, y esto era lo que más les gustaba, haciendo muñecos de nieve. Cada ardilla hacía uno, con la particularidad de que cada muñeco de nieve era exactamente igual al muñeco de nieve que esa misma ardilla había hecho el año anterior.

El muñeco de nieve de Tartán se llamaba Rayón, porque le encantaba que las bufandas que cada año Tartán le ponía al cuello fueran de rayas. No le gustaban de puntitos, ni de flores, ni de animales, a Rayón solo le gustaban las rayas.

Tartán y Rayón habían pasado tantos años juntos (un día, cada año, el último día del año, pero muchos años al fin y al cabo) que ya eran grandes amigos. Se contaban lo que habían hecho en todo el año, los sueños que querían ver cumplidos el año que empezaba y se divertían mucho juntos. Después, cuando la luna se ponía en el punto más alto, marcando el final del año, el rincón de nieve comenzaba a desaparecer, a volverse cálido. Los muñecos se iban deshaciendo poco a poco, y las pequeñas ardillas se despedían de ellos hasta el año siguiente.

Así fue siempre, año tras año, mientras Tartán fue una pequeña ardilla. Sin embargo hubo un año en que Tartán no fue a buscar el rincón de nieve:

- Eso son tonterías de ardillas pequeñas, yo ya soy mayor. En Nochevieja quiero hacer otra cosa: ir al baile de los abetos danzarines.

Tartán no volvió al rincón de nieve y con el tiempo también se olvidó de su buen amigo Rayón, ese muñeco de nieve que aparecía una vez al año y con el que había compartido tantos sueños. Muchas lunas en el punto más alto fueron marcando los finales de año y Tartán se hizo mayor. Tanto que hasta encontró una compañera y juntos tuvieron muchas ardillas pequeñas que recorrían con curiosidad el bosque encantado, sorprendiéndose de cada esquina mágica con la que se encontraban.

Un día de Nochevieja, las pequeñas ardillas de Tartán encontraron el rincón de nieve, hicieron un muñeco y pasaron con él todo el día hasta que se acabó el año. Cuando volvieron a casa le contaron a Tartán todo lo que habían hecho:

- Cada uno hacía su muñeco de nieve y pasaba con él las horas.

- ¡El mío era divertidísimo y me ha prometido que nos veremos también el año que viene!

- Y el mío, y el mío…

Solo la más pequeña de todas no parecía tan contenta como el resto. Sorprendido, Tartán le preguntó qué había pasado con su muñeco de nieve:

- El mío era bueno y dulce, pero no le gustó mucho mi bufanda. Me dijo que solo le gustaba las bufandas de rayas y que la mía era de cuadraditos. Luego me contó que una vez tuvo un amigo pero ese amigo se olvidó de él y nunca jamás regresó. Me dijo también que no quería ser mi amigo si yo también le iba a abandonar. Yo le dije que no lo haría, pero no me creyó. Y ahora no sé si aparecerá de nuevo el año que viene.

Al escuchar a su pequeña ardilla, Tartán supo que aquel muñeco de nieve era Rayón y que el amigo que le había abandonado era él. Juntos habían pasado muchas Nocheviejas y sin embargo, él no había vuelto jamás a visitarle. Sintiéndose muy triste salió corriendo en busca del rincón de nieve. Pero como ya era Año nuevo, el rincón se estaba deshaciendo y los muñecos estaban casi derretidos.

Aun así, pudo identificar entre todos ellos a su viejo amigo Rayón. El muñeco, medio deshecho, también lo reconoció a pesar de lo mayor que se había hecho.

- ¡Has vuelto!

- Sí, he vuelto. Siento haber tardado tanto. Pero te prometo que la próxima Nochevieja no faltaré…

Tartán cumplió su promesa y junto a su hija pequeña acudió todas las Nocheviejas al rincón de nieve para conversar con su viejo amigo Rayón, para hablar de sueños y de la posibilidad maravillosa de llegar a cumplirlos. Rayón le escuchaba feliz: su sueño, tener a Tartán a su lado, por fin se había cumplido…

Cuento a la vista: Ahmed’s dream

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Traemos un nuevo cuento para que los más pequeños puedan practicar su inglés. Se titula “Ahmed’s dream”, es decir, “El sueño de Ahmed” y es un texto de María Bautista traducido por Kara Gleason y cuya ilustración corre a cargo de Raquel Blázquez.

Pero aunque el cuento hable de sueños, no queremos que os quedéis dormidos, sino que, con ayuda de vuestro diccionario, descubráis con qué sueña este niño.

Ahmed’s dream

Ahmed lived in a sunny city next to the sea. He was the youngest of four siblings, and the biggest troublemaker. He loved to hide and suddenly scare his mother when she least expected it. He also loved chasing pigeons and climbing trees. He loved to go on walks with Mohammed, his oldest brother, who was twelve years old and knew everything.

Some afternoons they walked to the seaport and they sat watching the boats come and go. They imagined themselves aboard one of those huge ships, crossing the Mediterranean Sea, docking in other cities and other countries.

Mohammed wanted to be a sailor, and Ahmed pictured him as a captain of a large boat, dressed in a blue suit full of medals and ordering
everyone around. Ahmed also wanted to be a captain, but of his soccer team, because he was the best of all the children who played in the narrow alley where they lived.

Ahmed didn’t really like going to school. So when his mom made him stay home and not go outside, Ahmed was happy. But he soon he became bored with being stuck at home day after day, listening to the noise of the sirens and the yelling of the people. It was horrible.

Only his mom left the house occasionally, always to buy food for the family. When she arrived home, pale, exhausted, and sad, Ahmed asked her if the constant noise that came from the sky had anything to do with it.

“They’re bombs” Mohammed told him solemnly.

“If they’re bombs, it must be a war,” thought Ahmed.

Ahmed felt scared.

“We’re leaving,” Mom announced one night.

Everyone silently gathered the few belongings that they wanted to bring with them, and left so early that the sun hadn’t even come up. The sun was just rising as they reached the seaport.

“We’re going on a boat!” exclaimed Ahmed.

The whole seaport was full of families who, like them, wanted to go aboard the ship. Mohammed took his little brother by the hand, and together they managed to board the ship with their family. Shortly afterward, the ship launched.

“Where are we going?” Ahmed asked.

“To a place where bombs don’t fall from the sky,” explained his brother.

Ahmed breathed deeply, relieved.
“And wherever it is we’re going, can we play soccer in the street there?” Ahmed asked.

“Of course!”

Ahmed rested his head on his brother’s shoulder and smiled happily. Before the city disappeared into the horizon, Ahmed began to dream about the new place where there were no sirens or people yelling. And where, of course, the children could play soccer in the street without worrying about anything.

Cuento a la vista: La ratita presumida

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Cuento a la vista nos trae una nueva versión de “La ratita presumida”. Con texto de María Bautista e ilustración de Raquel Blázquez, descubriréis la historia de un personaje al que le gustaba tanto mirarse al espejo y comprobar lo bellísima y maravillosa que era, como a la malvada madrastra de Blancanieves. Pero la ratita presumida muy pronto descubrirá que a veces hay que preocuparse por algo más que el aspecto exterior.

En este clásico de la literatura infantil, “La ratita presumida”, las chicas de Cuento a la vista han cambiado un pequeño detalle. ¿Seréis capaces de descubrir qué ha cambiado?

La ratita presumida

Érase una vez que se era, una rata muy trabajadora, que tenía por hija una ratita muy presumida, a la que le gustaba pasarse el día estirándose los bigotes y tostándose al sol.

Un día, la rata, mientras volvía de trabajar, se encontró en el suelo un objeto muy brillante. ¡Era una moneda de oro! Con ella podría hacer tantas cosas…

Pero como lo que más le importaba en el mundo a la rata era su pequeña ratita, decidió darle esa moneda de oro a su hija:

- Esta moneda es para ti. Con ella podrás comprar lo que desees para convertirte en una ratita de provecho.

Cuando la ratita presumida recibió aquella moneda, se fue contenta al mercado del pueblo y a pesar del consejo de su madre, en vez de invertir ese dinero en un buen negocio, se compró la mejor cinta del mercado para hacerse con ella un buen lazo, que se colocó en la colita.

- ¡Mira que elegante estoy! Con este lacito todo el mundo me admirará y querrá hacer negocios conmigo.

Y es verdad que todo el mundo se quedó asombrado al ver a la ratita con su lacito rojo. ¡Parecía toda una ratita de mundo!

De camino a casa, la ratita presumida se cruzó con el gallo, que muy asombrado le preguntó.

- Justo eso es lo que estoy buscando: un poco de elegancia para mi granja. ¿Quieres trabajar conmigo?

La ratita presumida, satisfecha de que su plan hubiera funcionado, contestó.

- Depende, ¿tendré que levantarme muy pronto?

Cuando el gallo le contó cómo funcionaba la granja y como cada mañana se levantaba al amanecer, puso cara de horror:

- ¡Ni hablar! No me gusta madrugar.

Poco después se cruzó con un perro cazador. Cuando vio la ratita, tan elegante, pensó que sería una buena compañera para las cacerías. ¡Así tendría alguien con quien hablar!

- Pero ¿tendré que correr contigo por el campo persiguiendo conejos? Eso debe ser de lo más agotador. ¡Ni hablar!

Al ratito apareció por ahí un precioso gato blanco. Al igual que la ratita, aquel gato tenía los bigotes bien estirados, y la ratita enseguida se sintió interesado por él. Le contó que estaba buscando un trabajo y le preguntó si podía colaborar con él.

- Claro que sí.

- Pero tu trabajo no será tan agotador como el del perro cazador.

- ¡Qué va! Yo no corro nunca demasiado, prefiero quedarme tumbado y que me hagan caricias.

Al oír aquello, la ratita abrió los ojos de par en par: ¡con lo que le gustaba a ella que le acariciaran la barriga! El gato también había abierto mucho los ojos y se acercaba cada vez más a la pequeña ratita.

- Pero, ¿no tendrás que madrugar mucho? Acabo de hablar con el gallo y tiene que despertarse prontísimo.

- ¡Qué va! Si me despierto pronto me doy la vuelta y sigo durmiendo.

La ratita cada vez estaba más contenta. Tan contenta estaba, que no se daba cuenta de lo cerca que estaba el gato (cada vez más y más) y de cómo se relamía de gusto. Cuando estaba a punto de aceptar ese nuevo trabajo, a la ratita presumida le entró una duda.

- Todo lo que me has contado está muy bien, pero ¿a qué te dedicas exactamente?

En ese momento, el gato se abalanzó hacia ella y gritó:

- ¡A cazar ratas y ratones como tú!

Cuando la ratita presumida se dio cuenta de las intenciones del gato era ya demasiado tarde. El enorme felino la tenía bien agarrado con sus uñas. Pero en ese momento, llegó el perro cazador, que había estado atento a la conversación y asustó al gato, que salió huyendo soltando a la ratita presumida. ¡Menos mal!

Cuando la ratita volvió a casa, todo el mundo en el bosque conocía su historia. También su mamá, que mitad aliviada, mitad enfadada, la recibió en casa.

- Todo te ha pasado por ser tan comodona y presumida – le reprendió la mamá – ¿cuándo te harás una ratita de provecho?

La ratita presumida no dijo nada. Había aprendido una buena lección…

Cuentos en vídeo

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Cuentos en vídeo

¿Qué me diríais si os cuento que es posible disfrutar de cuentos clásicos como Caperucita Roja o El Gato con botas en vídeo y gratis? ¡Como leéis! No me he vuelto loca sino que he descubierto Kidskioske, un canal de Youtube con cuentos en vídeo.

Si sois como yo y muchas veces no os convence lo que hay en la tele para que vean los peques pero ellos no dejan de pedir dibujos animados, ¡podéis ponerles un cuento en vídeo! Lo disfrutará toda la familia…

Os cuento todo en este post…

La propuesta de Kidskioske me ha encantado. Se tratan de cuentos animados en español ¡y gratis! Tan sólo debéis entrar en su página y escoger el cuento que deseéis mirar.

Si os gusta tanto como a mí, podéis suscribiros para recibir actualizaciones y estar al tanto de los últimos cuentos en vídeo publicados. ¿Qué os parece la idea?

Dentro de su videoteca encontraréis cuentos clásicos como Blancanieves y los 7 enanitos, Caperucita Roja, El Príncipe y el Mendigo y ¡muchos más! Todos ellos en versiones que duran menos de 10 minutos, perfectas para que los peques no se aburran y vean las historias al completo.

¿Lo mejor? También tienen apartados en otros idiomas, así que podréis disfrutar de cuentos en inglés, cuentos en alemán ¡o incluso en chino! Claro, siempre en cuando en casa los entendáis…

¿Qué os parece esta propuesta? A lo largo del post os he dejado algunos cuentos para que podáis ir viendo de qué os hablo. Si ingresáis aquí encontraréis el listado al completo de cuentos infantiles en vídeo.

¡Elegid y disfrutad de una tarde de vídeo en familia con cuentos populares!

Cuento a la vista: La dieta de Rino

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Después de las Navidades seguro que más de uno tiene la sensación de que hemos comido demasiado. Pues bien, las chicas de Cuento a la vista nos traen una historia de lo más digestiva. Un cuento para niños sobre la amistad y también sobre la importancia de tener buenos hábitos alimenticios.

El cuento se llama “La dieta de Rino” y está escrito por María Bautista e ilustrado por Brenda Figueroa.

La dieta de Rino

Hubo un tiempo, mucho antes de que se escribieran los primeros cuentos y los lobos y los cerdos se convirtieran en enemigos, en que estos animales eran muy buenos amigos. Eso a pesar de que eran tan distintos como la noche y el día.

Eso les pasaba a los protagonistas de esta historia: un pequeño lobo llamado Lupo y un cerdito de nombre Rino. Los dos eran muy amigos. Jugaban juntos a la pelota los días de sol y se escondían de la lluvia bajo el viejo castaño, mientras el pequeño lobo, que tenía mucha imaginación, le contaba historia imposibles a su amigo Rino.

Pero a veces, eso de ser tan diferentes, daba pie a más de una pequeña discusión.

Y es que el Rino era alegre, parlanchín y muy presumido. Le gustaba vestir siempre elegante y se pasaba horas delante del espejo peinándose con esmero. A veces, hacía esperar tanto a su amigo, que el pobre Lupo había cogido la costumbre de llevarse siempre un libro consigo. De esta forma, aunque el cerdito tardara horas en arreglarse, el lobo estaba entretenido.

- ¡Todo el día leyendo! Mira que eres pesado…
- ¿Yo? Si el que lleva media hora cepillándose el pelo eres tú.
- Y bien guapo que estoy.
- Bah, no sé por qué le das tanta importancia al aspecto. Yo sería tu amigo aunque fueras siempre despeinado…

Y es que el Lupo, era todo lo contrario a su amigo. Era silencioso, distraído y muy desastre. Nunca era capaz de combinar los colores y llevaba siempre unas camisas tan extrafalarias que el cerdito solía reírse de él.

- ¡Vaya pintas que llevas! Esa camisa amarilla está pasada de moda…
- A mí me gusta. Es cómoda y no se arruga. ¡Qué más da que ya no se lleve!

Rino ponía los ojos en blanco y suspiraba: ¡vaya desastre de lobo! Pero luego se iban al río de excursión y entonces daba igual que la camisa de Lupo fuera espantosa. ¡Lo pasaban tan bien! Cada uno llevaba su comida y juntos la ponían sobre el mantel. Después de hacer la digestión, el pequeño lobo, al que le gustaba mucho nadar, se metía en el río mientras el cerdito se tumbaba a dormir una siesta.

Eran felices y no tenían preocupaciones. Hasta que un día, Lupo fue a buscar a su amigo para hacer una excursión y se lo encontró dando voces muy enfadado en su habitación.

- ¿Qué ocurre? ¡Menudo escándalo estás organizando! – preguntó el lobo.
- ¡No consigo cerrarme los pantalones! Han debido encoger, porque la semana pasada me quedaban estupendos. ¡Y eran mis pantalones favoritos! – lloriqueó con tristeza el presumido Rino.

Lupo miró a su amigo y observó los pantalones detenidamente.

- Me parece que no son los pantalones los que han encogido…
- ¡Qué quieres decir! ¿No me estarás llamando gordo? – exclamó ofendido el cerdito.
- No he dicho eso, pero es posible que hayas engordado un poco y ahora no te quepan los pantalones.
- ¿Pero cómo es posible? Si yo me cuido muchísimo…
- No te preocupes, ponte otros pantalones y vámonos de excursión.

Sin parar de gruñir Rino se cambió de pantalones, cogió su cesta con la comida y siguió a su amigo, que, tan despistado como siempre, se había puesto un calcetín de cada color. ¡No tenía remedio!

Cuando llegaron junto al río, Lupo extendió el mantel y sacó su comida: una ensalada, un trozo de pescado y un par de piezas de fruta. Rino hizo lo mismo con la suya: una bolsa de patatas fritas, una hamburguesa con mucha mahonesa y de postre, un grasiento donut de chocolate. El lobo, al ver aquello, exclamó:

- ¡Cómo no vas a engordar, Rino! Fíjate en tu comida. Solo hay un montón de cosas grasientas. No tienes ni una pieza de fruta, ni una pizca de verdura, ni nada realmente sano.
- ¿Fruta, verdura? Pero es que eso es tan aburrido… ¡y no sabe tan rico como el chocolate!
- Qué va, todo es cuestión de acostumbrarse. A mí la fruta me encanta.
- Pues a mí no y no pienso comerla– exclamó enfadado el cerdito.
- Pues entonces no te quejes de que estás gordo.
- ¿No eras tú el que te pasas el día diciendo que el aspecto físico no es importante? Si quiero ser gordo es mi problema.
- Pues claro que es tu problema. No es una cuestión de físico. Es una cuestión de salud.
- Vaya tontería eso de la salud. Yo estoy muy sano.

Y para demostrarlo corrió hacia el río con la intención de meterse en el agua. Pero antes de llegar a la orilla tuvo que parar agotado.

- Ay madre mía, no puedo más…
- Ya te lo decía yo. El problema no es el físico, sino la salud.

Rino tuvo que reconocer que su amigo tenía razón. Así que volvió a sentarse junto al mantel y renunció a su comida grasienta. Desde entonces, fue siempre Lupo el que preparaba la comida cuando se iban de excursión y gracias a eso, el presumido Rino consiguió correr sin cansarse, saborear la fruta como si fuera chocolate y lo que más le importaba de todo: volverse a meter en sus pantalones favoritos.


Cuento a la vista: Noelia wants an omelette

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Nuevo cuento en inglés para los niños. En esta ocasión Cuento a la vista traduce una de las historias de su libro “Cuentos diferentes para niños diferentes”. Noelia tiene unas ganas tremendas de comerse una tortilla francesa de las que hace su padre, pero cuando el huevo se abra, Papá y Noelia se llevarán el susto más grande de su vida.

El texto de María Bautisa ha sido traducido por Dani Moore, y la ilustración es de Raquel Blázquez.

¿A qué esperas? Coge el diccionario de inglés y ¡a leer!

Noelia wants an omelette

Have you ever suddenly had a craving? It’s a very strong desire to sink a tooth into a gummy bear, a piece of chocolate, a delicious sausage sandwich or some macaroni with tomato. Noelia that day had been craving an omelette.

- What a strange craving, Noelia! – her friend Carmelo had said, when in the middle of recess the little girl had confessed that instead of a sour apple, she fancied a rich omelette.
- Well, yes, it’s weird, but so what? It sounds so good! My father makes them very well…

She was right, Noelia’s father made the best omelettes in the world. He was able to flip them in the air once and again with a style that the greatest French chefs wished they had. That day, Noelia couldn’t stop thinking for a minute about the delicious omelette of her father.

So, when she finally arrived home, before even starting her homework, Noelia gave a huge hug to Dad and asked that please, please, please would he make omelettes for dinner.

- But we’ve already bought fish. It can’t be an omelette, Noelia…
- Dad, I want one so bad… I’ve spent all day thinking about it, please…

And she insisted so much that, in the end, Dad had no choice but to accept. So, Dad laid out some conditions:

- Okay, we will leave the fish for tomorrow, and you have to be my kitchen hand. But first… homework!

Noelia took out her Tuesday notebook and finished her problems, copied the dictation words that had been poorly written, and finished painting a picture that had been half in plastic.

- I’m finished, Dad. Shall we make the omelette?

And so as Dad told her, Noelia opened the refrigerator and searched for eggs. There was only one and it was a strange egg, larger than the rest and with a more brilliant white than normal.

- Come, crack the egg against the plate and begin to beat it – exclaimed Dad as he put on his apron.

But when the egg was cracked, Dad and Noelia received the biggest shock of their lives. In place of a yoke, yellow and round, they found a strange and tiny animal.

- But, but, but… – babbled Dad without knowing well what to say.
- Dad, it’s a dragon, it’s a dwarf dragon. It’s a dragon equal to, equal to the ones that live in fairytales…
- But, but, but…how can it be a dragon?

To resolve all of Dad’s doubts, the tiny dragon snorted and small flames came out of its nostrils.

- But, but but…from where came this dragon?
- Well, the egg, Dad. Didn’t you see it? – Noelia thought for a moment how it was possible that a person as clueless as Dad could make such delicious omelettes.
- Of course I saw it, but I can’t believe it. What is this dragon doing here?

Once more the dragon was responsible for resolving all of Dad’s doubts.

- I was bored at home and decided to go out for a stroll. But I ended up in this horrible egg and now that I am out, I want to return home.
- But, but, but…which is your home?

And as much as the dragon tried to explain where he came from, neither Dad nor Noelia was able to understand where to find his home.

- What do the books and fairytales say? Don’t you understand anything?

Luckily in that moment, Mom arrived home from work. (Mom worked in the afternoons and tended to arrive at the house just after Noelia had eaten dinner, just in time to tell her a story before sleep.) Mom saw what had assembled in the kitchen: cracked eggshells, a tiny dragon, and worst of all, Noelia hadn’t eaten dinner. She became very angry.

- But, but, but…we have a dragon!
- Big deal, a dragon! – she exclaimed as if it was the most normal thing in the world. – Surely it has escaped from some book. It happens a lot. They get bored when no one reads about them and they tend to go for a stroll, and later they don’t know how to return.
- But, but, but…now what do we do?
- Easy, we have to find which of the storybooks of ours is the one that the dragon has left.

So the three got to work rummaging through all the books in the house. Finally, when they had spent a half hour opening and closing books, the tiny dragon began to snort more fire through its nose than usual.

- It’s that one, it’s that one. I’m sure of it! To there I go…

Said and done. In a jiffy, the dragon returned to its book, and Mom, Dad, and Noelia returned to the kitchen. As there were no more eggs left, Noelia didn’t have any choice but to have the fish. After, Mom told her a story before sleep. Of course, that night, the chosen tale was of the dragon that had escaped his story. So that he wouldn’t get bored and try to return to real life…

- Well that ends the story, Noelia. Did you like it?

Of course she had liked it. It’s true that Dad made delicious omelettes, thought Noelia, but no one in the world told stories like Mom.

And immediately after, she fell deep asleep.

Las ciudades de colores

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Imaginaros que vivís en una ciudad gris. Una ciudad donde todo, absolutamente todo es gris: el cielo, las calles, la gente, los árboles, los niños… ¡Todo!

Pero lo peor de la ciudad gris es que tú, que vives ahí, no eres gris como el resto, sino de colores. Este es el problema que tiene Iris, la protagonista del último álbum ilustrado de María Bautista y Raquel Blázquez, las chicas de Cuento a la vista.

Si os gustan los cuentos infantiles de nuestras amigas de Cuento a la Vista, ¡no os perdáis este post!

Las ciudades de colores, destinado a prelectores y primeros lectores, entre 3 y 6 años, plantea un problema que seguro que todos hemos vivido alguna vez : ¿qué hacemos si de repente nos sentimos diferentes? Iris, la niña de colores protagonista de esta historia, decide marcharse de su ciudad gris en busca de un lugar donde todo sea como ella: de colores. En este viaje extraordinario, Iris conocerá ciudades rojas, blancas, verdes, azules o amarillas donde hará amigos que lo dejarán todo por acompañarla en su aventura.

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Las ilustraciones de cada ciudad, ricas en detalles sorprendentes y divertidos, plantean un juego al lector, al mismo tiempo que expresan sensaciones en un lenguaje universal: el de los sentimientos y los colores. Además, el texto con una estructura circular y secuencial, permite a los niños ir adivinando lo que ocurre en cada ciudad, adelantándose a la propia lectura, convirtiéndola de esta forma en una actividad lúdica y participativa.ilus4_ciudades

El libro, el segundo editado por Cuento a la vista, tras Cuentos diferentes para niños diferentes, sale a la luz tras tres años de trabajo y es una bonita reflexión sobre la necesidad de todos, grandes y pequeños, de encontrar nuestro lugar en el mundo.

Las ciudades de colores puede comprarse en librerías y en la tienda online de www.cuentoalavista.com

Cuento a la vista: The Bug’s Stories

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Un nuevo cuento en inglés para los niños. En esta historia Nerea tiene que compartir habitación con su hermano pequeño y eso le traerá más de un quebradero de cabeza. Pero pronto encontrarán algo en común que les unirá mucho más de lo que habían pensado.

El texto de María Bautista ha sido traducido por Dani Moore, la ilustración corre a cargo de Raquel Blázquez.

The Bug’s Stories

After so many years of having her own room, Nerea saw how things changed when she turned 8 years old.

- Don’t be crabby, Nerea. Grandpa is here just for a bit. When winter is over, he will return to his house and you can have your room back.
- Sure, but in the meantime, the one who has to sleep with “the bug” is me.

The bug wasn’t a giant lizard, nor a grumpy furry animal, but rather the nickname that Nerea gave her little brother, Pablo. And, although it had been two years since Pablo had been her brother, Nerea still did not understand why everyone gave him so much attention. With how boring he was?! He almost never spoke, walked as if he were a dizzy duck and cried every few minutes. If he at least knew how to spin a top, or tell stories, or help you solve math problems!

So Nerea watched in horror as her little colorful bed moved into Pablo’s room.

- You will see how great this will be! I always shared my room with my sister and we had a great time – her mother tried to convince her.

But Nerea did not see it clearly. She could not compare her fun aunt Rita with this clumsy crybaby that followed her everywhere and stared at her with those big gray eyes.

- Don’t look at me like that, bug! If you had a room as beautiful as mine, you wouldn’t want to give it to Grandpa either.

But Pablo looked at her with his enormous gray eyes and laughed. What is that brat laughing about? Nerea sighed. That winter was going to be very very complicated.

And so it was at first, especially at night. The bug went to bed very early, and no one could make but a single noise, much less leave the light on. This was definitely a problem for Nerea, with how much she loved to read at night! Before, Dad always used to tell stories, but since el bug had arrived to the house, Nerea had begun to read the stories by herself. In the beginning, the crabby Nerea had protested a lot, but later she had discovered that reading storybooks alone was very fun. She liked to use voices, imitate the characters and imagine that she was always the protagonist. And now all that had ended!

But Mom, seeing Nerea so disgusted, had a great idea:

- Nerea, why don’t you read the stories to Pablo? That way you can continue enjoying the storybooks and you will teach them to your brother.
- Bah, what for? The bug doesn’t understand anything.
- Oh, come on!

Nerea had no choice but to begin sharing her storybooks with Pablo. The first nights, the bug looked at her with his enormous gray eyes and yawned bored. And Nerea yawned even more bored still. The storybooks of the bug were simple and full of colors. Some did not even have letters!

- How will I tell a story without words?! What do I do? Invent them?

And that is exactly what she did: inventing the text of Pablo’s stories. That if a fairy here, that if a sheep goes baaa over there, that if a dog goes woof, that if a naughty girl sings a song. So, little by little, Nerea started to get her brother to have fun with them.

- And then arrived a witch with an angry face. Listen, bug, she was very evil and laughed like this: MWAHAHAHAHA!
- acacacacac!
- No, bug, MWAHAHAHAHA! Let’s see how you can do?

The little boy tried to imitate again and again the laugh of the evil witch in the story, but there was no way! Even though he could not, it was so funny trying!

And so, between storybooks, passed the winter, and before Nerea realized, Grandpa grabbed his things and left in return to his house.

- Are you happy Nerea? Finally you get your room back!

But the little girl wasn’t happy. On one hand, she was excited to return to her room, with her striped comforter, her shelves filled with books, and her green walls; but there was something that she was going to miss: bug! In all those months passing the time together and having fun, Nerea had understood why everyone gave him so much attention: he was an adorable bug!

So, when Dad announced that she could return to her room, her expression was not exactly one of happiness.

- What happened Nerea? Isn’t this what you wanted? You can finally return to reading your storybooks before sleeping…
- Yes, but…what about the bug? Who will read his books without words to him?

Upon hearing her say this, Dad understood what had happened.

- Well, you, Nerea. That is why you are his big sister…

And so it was. Nerea continued telling stories to her little brother night after night, day after day, until the bug was old enough to read them by himself.

Cuento a la vista: Cosa de niñas (y niños)

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En el cuento infantil “Cosa de niñas (y niños)”, dos primos van a pelearse por una muñeca azul. Pablo lo hace solo para fastidiar a su prima Paola, pero en esa lucha entre los dos, ambos descubrirán algo sorprendente.

Además, Pablo descubrirá que las cosas que aparentemente solo son de niñas no tienen por qué ser aburridas. Y es que, ¿quién ha dicho que las muñecas son solo cosa de niñas?

Cosa de niñas (y niños)

Paola no podía creer que por fin fuera a conocer a su primo Pablo. No es que nunca se hubieran visto, es que la última vez que estuvieron juntos solo tenían tres años y ninguno se acordaba bien del otro. Después el primo Pablo se había ido con los tíos a vivir muy lejos y no habían vuelto a encontrarse. Pero por fin iban a hacerlo. Paola, que ya había cumplido siete años, lo había planeado todo.

- Nos bajaremos al patio y podremos llamar a Carlos y a Teo y jugar al escondite, o echar un partido de fútbol. ¡Qué ganas!

Pero la tarde en que Pablo iba a venir a casa, comenzó a llover a mares. ¡Todos los planes se habían estropeado! Quizá por eso cuando Paola estuvo frente a frente con Pablo no supo muy bien qué decirle.

- ¿Por qué no os vais al cuarto a jugar? – sugirió Mamá cuando vio la timidez de los dos primos.

Paola y Pablo obedecieron y se marcharon en silencio a la habitación de la niña. Pero allí, la cosa no mejoró. Paola se sentía incómoda con Pablo, pero era su primo. Y por eso, porque era su primo, tenía que aguantar que estuviera curioseando entre sus muñecas.

- ¿Te apetece que juguemos con ellas?
- ¡Con las muñecas! ¡menudo rollo! Eso es un juego de niñas.
- No es cierto, yo juego con mi amigo Carlos, y con su primo Teo. Nos lo pasamos fenomenal.
- Pues vaya dos amigos que tienes. Los niños deberían jugar al fútbol, y no a las muñecas.
- También jugamos al fútbol, listillo. Pero hoy está lloviendo, así que no podemos salir a la calle. Así que si quieres jugar al fútbol vete tú solo.

Pero Pablo no quería jugar solo al fútbol, y mucho menos con aquella lluvia tan molesta. Así que con cara de asco cogió una de las muñecas favoritas de Paola y empezó a zarandearla. Cuando Paola vio como el niño agarraba de malas formas su muñeca azul se enfadó un poco:

- No la cojas así, que le vas a hacer daño.
- Pero si no es más que una tonta muñeca. No es un bebé de verdad, es solo una muñeca.
- Ya, pero es mi muñeca favorita y no quiero que la estropees. Déjala.

Pero Pablo no estaba dispuesto a soltarla. Hacer rabiar a su prima Paola, era lo más divertido que se podía hacer en aquel día de lluvia.

- No pienso soltarla. Tendrás que cogerla tú.

Paola, muy enfadada, comenzó a tirar de su muñeca. ¡Tenía que recuperarla! Pero Pablo también tiraba desde el otro lado con fuerza.

- Suéltala.
- No, suéltala tú.

Y así habrían seguido toda la tarde si no llega a ocurrir la cosa más extrañísima que Paola y Pablo habían visto en su vida. De repente, la muñeca azul, muy cansada de que se pelearan por ella, comenzó a chillar.

- ¡Se puede saber qué os pasa a vosotros dos!

Pablo y Paola soltaron la muñeca asustados y se miraron sin entender nada.

- ¡Vaya par de animales! – siguió diciendo la muñeca azul muy enfadada. Justo en ese momento, alertada por los ruidos, entró en la habitación la mamá de Paola.
- ¿Se puede saber qué está pasando aquí? ¡Menudo ruido!
- Mira Mamá, mi muñeca azul ha hablado – pero al señalarla, Paola se dio cuenta de que la muñeca ya no estaba en el suelo.

- ¿Qué muñeca? Aquí no hay nada…

Pablo se dio cuenta de que la muñeca, con la misma cara de enfado de antes, estaba subiendo por la estantería como si fuera un experto escalador.

- Sí, sí, ahora está trepando entre los libros, fíjate, tía.

Pero cuando los tres miraron hacia la estantería, la muñeca estaba plantada junto a unos libros tan quieta como siempre había estado.

- ¡Qué tontería decís! Las muñecas no hablan y mucho menos se mueven. Seguid jugando, pero no hagáis ruido.

Pablo y Paola se miraron sorprendidos. ¿Era verdad que habían visto la muñeca moverse o se trataba de imaginaciones suyas? Pero la muñeca azul les sacó de dudas, y comenzó a hablar desde lo más alto.

- ¡Casi nos pilla! ¡Menos mal! Si un mayor viera a una muñeca hablar se moriría del susto.
- ¿¡Hablas de verdad!?

La muñeca azul se bajó de la estantería de nuevo y se colocó delante de los niños. Les contó que todos los muñecos tenían la capacidad de hablar entre ellos pero que no podían comunicarse con los niños a menos que su vida corriera peligro.

- Y si no llego a hacerlo… ¡habríais acabado conmigo! ¿Se puede saber por qué os estabais peleando?

Paola le contó que Pablo pensaba que las muñecas eran solo cosa de niñas y que jugar con ellas era muy aburrido.

- Eso es porque nunca has jugado con una muñeca – dijo mirando con cara de enfado al niño.

Pablo, muy avergonzado, tuvo que reconocer que la muñeca azul tenía razón: nunca había jugado con ellas.

- Pues ya va siendo hora…¡a jugar!

De repente, de los cajones de Paola comenzaron a salir muñecas y ¡¡todas hablaban!!

- ¿Qué os parece si organizamos un partido de fútbol entre muñecas? – sugirió una de ellas.
- O podemos organizar una guerra de muñecas.
- No, nada de violencia. Sería mejor que jugáramos al escondite.

Y eran tantas las propuestas de juego que ni Paola ni Pablo supieron que elegir… ¡así que jugaron a todas! Era tan divertido inventarse juegos, imaginar que las muñecas eran exploradoras en una selva peligrosisíma, o que eran detectives tratando de capturar a una ladrón muy malvado o corredoras de una carrera de obstáculos que iba de la cama de Paola al escritorio lleno de pinturas.

Cuando los tíos de Paola vinieron a buscar a Pablo y se lo encontraron rodeado de muñecas, jugando divertido se sorprendieron mucho:

- ¿Estás jugando con muñecas, Pablo?

El niño, guiñando un ojo a la muñeca azul y a su prima Paola, exclamó:

- Pues claro, al fin y al cabo… ¿quién ha dicho que las muñecas son cosa de niñas?

Cuento a la vista: Pulgarcita conoce el mundo

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Seguro que muchos conocéis el cuento de Pulgarcito, aquel niño tan pequeño como un pulgar que vivía algunas aventuras extraordinarias. Cuento a la vista ha convertido a Pulgarcito en Pulgarcita y ha puesto patas arriba este cuento infantil para hablarnos de la importancia de confiar en nuestros hijos, no sobreprotegerles demasiado,  y de dejarles que poco a poco vayan descubriendo el mundo.

La historia está escrita por la psicóloga Carolina Fernández y la ilustración es de Raquel Blázquez. ¿Os animáis a conocer el mundo de Pulgarcita?

Pulgarcita conoce el mundo

Cuentan que una vez, una joven pareja deseaba tantísimo tener un bebé que acudieron a ver al Mago de aquel pueblo. El Mago sin dudarlo comenzó a buscar entre todas sus pócimas, hechizos y artilugios hasta que encontró una semilla de cebada. Les contó que era una semilla especial que tendrían que plantar en una maceta y regarla, hablarla y cantarla cada día. Ellos así lo hicieron y la semilla comenzó a crecer. Un día encontraron una gran flor roja de pétalos largos. La pareja se acercó a oler la flor y una voz preciosa comenzó a sonar. Justo entonces, los pétalos se abrieron y una niña de sonrisa inmensa y pelo rojo apareció sentada en aquella flor.

Eran tan pequeña como un pulgar y por eso decidieron llamarla Pulgarcita. Encontraron una cáscara de nuez para dormir, unos pétalos para taparla y un botón para que pudiera comer. Pulgarcita cantaba cada día alegrando aquella casa. Sin embargo, aunque aquella niña quería a su papá y a su mamá y le gustaba su nuez, sus pétalos y cantar cada día, no era feliz. Ella lo que realmente quería era conocer más allá de aquella casa y aquellos pétalos, quería descubrir el mundo con sus propios ojos. Pero su papá y su mamá le decían;

- Pulgarcita, eres muy pequeña, alguien te podría pisar, te podrías perder o algún animal te podría comer.

Pulgarcita estaba cansada de todas aquellas cosas horribles que podían pasar y por las que no la dejaban salir de su casa. Así que mientras miraba por la ventana, imaginaba como sería el mundo e inventaba canciones. Un día en medio de la noche un sapo entró por la ventana y vio a aquella niña que había estado escuchando cantar durante tanto tiempo y pensó:

- Es perfecta para casarse con mi hijo y alegrar el río con sus canciones.

Cogió a Pulgarcita y se la llevó con él. Cuando Pulgarcita despertó y vio donde estaba se asustó, pero apretó los dientes e intentó no llorar mientras gritaba donde estaba y que habían hecho con su papá y su mamá. El sapo le explicó que ahora iba a vivir en el río, iba a casarse con su hijo Gustavo e iba a ser la princesa cantarina.

A Pulgarcita no le sonó muy mal, pero tampoco le sonó muy bien. Ahora que había conseguido salir de su cáscara de nuez, ¿por qué tenía que estar atrapada otra vez en un río y casarse con alguien que no conocía? Sin embargo, no le quedó otro remedio. Por suerte, el príncipe Gustavo era muy simpático, y con el tiempo Pulgarcita y él se hicieron grandes amigos. Pero aquello no era lo que Pulgarcita quería:

- Gustavo, yo me lo paso muy bien en el río, nunca antes había visto lo que eran los sapos, los peces, ni tanta agua. Pero quiero conocer qué hay más allá de todo esto.

Gustavo comprendió a su amiga, él tampoco quería casarse todavía, así que decidió ayudar a Pulgarcita y juntos comenzaron a pensar un plan. El príncipe era muy conocido en aquel bosque así que con la ayuda de las truchas y las golondrinas pusieron en marcha la huida de Pulgarcita. Aquella mañana Pugarcita se despidió de su amigo Gustavo:

- Muchas gracias por todo, Gustavo, eres un gran amigo y prometo que volveré para vernos de nuevo.

Y Pulgarcita montada en la trucha comenzó a bajar el río hasta que las golondrinas la tomaron en sus alas y la llevaron por el cielo. Pulgarcita miraba los árboles y las montañas con la boca abierta. Nunca había imaginado que el mundo tuviera tantos colores.

Una vez que había aprendido a volar en las alas de las golondrinas y a dormir en los nidos, Pulgarcita conoció a los castores.

- ¿Queres venir con nosotros? ¡Te enseñaremos a dormir dentro de los árboles y a correr por el bosque!

Pulgarcita aceptó y durante un tiempo vivió con ellos. Como era tan pequeña y aquel bosque era tan grande, tuvo que prestar mucha atención para aprender a correr sin tropezarse, a no perderse y a no ser devorada por otros animales. Aquello era más difícil de lo que parecía pero Pulgarcita era lista y en poco tiempo aprendió a trepar a los árboles, a camuflarse en las ramas y a nadar en el río montada en grandes hojas verdes.

Pero, aunque Pulgarcita era feliz en aquel lugar, y todos sus amigos le habían enseñado mucho más de lo que nunca hubiera imaginado, la niña se dio cuenta de que echaba de menos a su papá y su mamá.

- Vivir con vosotros ha sido muy divertido, pero me gustaría volver a mi casa, estar con mis padres y saber cómo es jugar, aprender a leer e ir a la escuela.

Pulgarcita tenía ganas de conocer cómo sería vivir el mundo con amigos como ella: otros niños y niñas. Y sobre todo echaba de menos inventar canciones y cantar.

Así que una buena mañana, Pulgarcita decidió volver a casa. Con ayuda de los castores abandonó el bosque. Cuando su padre y su madre la vieron, se pusieron tan contentos que lloraron de alegría. Por fin había vuelto la alegría a casa. Pero esta vez Pulgarcita les explicó que aunque fuera pequeña, quería jugar con otros niños y otras niñas, quería aprender e ir a la escuela, y cuando fuera mayor, aunque siguiera siendo pequeña, quería seguir haciendo canciones y cantando.

Los padres de Pulgarcita se dieron cuenta, de que su hija era mucho más valiente y lista de lo que imaginaban Y es que aunque Pulgarcita fuera diminuta, tenía que poder vivir cómo las demás niñas. Ese mismo día Pulgarcita salió al parque por primera vez. Y allí estaban: los niños y las niñas de aquel pueblo. Esperándola…

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